Cada vez es más común escuchar a alguien decir: “Mi perro es como mi hijo”, o “Mi gato me entiende mejor que nadie”. Y no es de extrañar, o no tanto: nuestras mascotas nos regalan compañía, amor incondicional y alegrías diarias. Pero, ¿qué pasa cuando esa cercanía se convierte en humanizarlos hasta un punto donde dejamos de verlos como animales y empezamos a esperarles comportamientos humanos? Ahí empiezan los problemas.

¿Qué significa humanizar a una mascota?
Es cuando les damos ropa, les damos de comer lo que nosotros comemos —a veces comida chatarra o comida casera que no es buena para ellos— o los tratamos como si pudieran comprender cada palabra o emoción humana. Por ejemplo, muchos dueños regalan chocolates a sus perros en cumpleaños o los “castigan” por ladrar, sin entender que eso es parte de su forma natural de comunicarse.

¿Por qué esto puede ser dañino para el animal?
Porque están diseñados para comportarse de cierta manera, y no para actuar como humanos. Cuando les imponemos reglas o expectativas humanas, les generamos estrés y confusión. Un perro que no puede correr o jugar lo suficiente porque “no debe ensuciarse la ropa” puede desarrollar ansiedad o incluso problemas de salud. Un gato que no tiene dónde rascar, porque eso “daña los muebles”, puede frustrarse y volverse agresivo o deprimido.

¿Y qué pasa con nosotros, los dueños?
Al humanizarlos, podemos crear una relación tóxica que nos perjudica también. Por ejemplo, cuando pensamos que una mascota debe satisfacer todas nuestras necesidades emocionales, terminamos sobrecargándonos de expectativas y frustraciones. Un dueño que se obsesiona con cuidar a su perro como a un niño puede aislarse socialmente, perder tiempo y energía en conductas poco saludables, o hasta gastar mucho dinero en tratamientos o productos innecesarios.

También puede ser peligroso porque no se respetan señales importantes. Por ejemplo, si un perro muerde en defensa propia y el dueño lo ve como “malo” o “traicionero”, puede castigar o abandonar al animal en vez de entender su comportamiento y buscar ayuda profesional.

La tenencia responsable: el verdadero acto de amor
Aquí entra la diferencia fundamental: querer mucho no es lo mismo que cuidar bien. La tenencia responsable significa conocer las necesidades reales de tu mascota, darles alimentación adecuada, espacios para correr y jugar, cuidados veterinarios, y educación para que se comporten bien. Es respetar su naturaleza, no intentar convertirlos en humanos.

La Ley Cholito en Chile: un paso hacia el respeto real
En Chile, la Ley Cholito es un gran avance. No solo sanciona el maltrato, sino que promueve que los dueños tengan un compromiso real: registrar a sus mascotas, vacunarlas, no abandonarlas, y educarse para una convivencia sana. La ley reconoce que los animales sienten, pero también que necesitan dueños responsables, no dueños que los “humanicen” de manera equivocada.

Ejemplo concreto:
Imagina a alguien que lleva a su perro a un centro comercial y se molesta porque el perro se siente nervioso y quiere salir corriendo. En vez de entender que el lugar no es adecuado para un animal, intenta forzarlo o lo reprende. Eso genera miedo y estrés en el animal, y una relación basada en frustración para ambos.

O alguien que viste a su gato con ropa, pero el gato se siente incómodo y comienza a esconderse o a mostrar signos de estrés. Para nosotros puede parecer “tierno”, pero para el gato es una fuente constante de ansiedad.

En conclusión
Amar a nuestras mascotas es maravilloso, pero la clave está en amarlas con respeto, no con humanización excesiva. No son “pequeños humanos”, sino compañeros animales que necesitan que los cuidemos de verdad, con sus propias reglas y cuidados.

Si tienes mascota, piensa en ella como un ser vivo único. Dales lo que necesitan, y verás cómo esa relación de amor crece sana y feliz, para ti y para ellos.

Leave a Comment